En el corazón del Chocó, entre la exuberante biodiversidad y la riqueza cultural de Colombia, se encuentra Bojayá. Esta región, marcada por la tragedia, también es un símbolo de resiliencia y esperanza personificadas en figuras como Leonel Blandón Murillo, un sobreviviente de la masacre de Bojayá cuyo lema, «Lo que la guerra no se llevó», refleja su compromiso con la paz y la reconstrucción del tejido social.
Leonel, originario de la humilde vereda de Puerto Conto, creció en un entorno marcado por la violencia y la incertidumbre generadas por el conflicto armado. Desde temprana edad, demostró una inclinación hacia el trabajo en equipo y el liderazgo, buscando crear espacios de recreación y convivencia en medio de la adversidad que azotaba su comunidad. Sin embargo, la guerra imponía sus propios desafíos: la comunicación, por un lado, era vital para la protección y la defensa comunitaria, pero por otro lado, sembraba temor y desconfianza.
Los jóvenes de Bojayá desempeñan un papel fundamental en este entramado de comunicación comunitaria. Su conectividad permite proteger los territorios y mantener a la población informada, promoviendo un sentido de unidad y solidaridad frente a las amenazas que puedan surgir. A pesar de ello, enfrentan desafíos significativos, como la necesidad de diferenciar entre una comunicación que fortalezca el tejido social y otra que siembre discordia y violencia.