En el corazón del Chocó, entre la exuberante biodiversidad y la riqueza cultural de Colombia, se encuentra Bojayá. Esta región, marcada por la tragedia, también es un símbolo de resiliencia y esperanza personificadas en figuras como Leonel Blandón Murillo, un sobreviviente de la masacre de Bojayá cuyo lema, «Lo que la guerra no se llevó», refleja su compromiso con la paz y la reconstrucción del tejido social.
Leonel, originario de la humilde vereda de Puerto Conto, creció en un entorno marcado por la violencia y la incertidumbre generadas por el conflicto armado. Desde temprana edad, demostró una inclinación hacia el trabajo en equipo y el liderazgo, buscando crear espacios de recreación y convivencia en medio de la adversidad que azotaba su comunidad. Sin embargo, la guerra imponía sus propios desafíos: la comunicación, por un lado, era vital para la protección y la defensa comunitaria, pero por otro lado, sembraba temor y desconfianza.
Los jóvenes de Bojayá desempeñan un papel fundamental en este entramado de comunicación comunitaria. Su conectividad permite proteger los territorios y mantener a la población informada, promoviendo un sentido de unidad y solidaridad frente a las amenazas que puedan surgir. A pesar de ello, enfrentan desafíos significativos, como la necesidad de diferenciar entre una comunicación que fortalezca el tejido social y otra que siembre discordia y violencia.
La llegada de las redes sociales y la tecnología añade una nueva capa de complejidad a este panorama. Aunque ofrecen oportunidades de desarrollo y conexión con el mundo exterior, también intensifican las divisiones y los conflictos internos. La falta de orientación y educación en su uso responsable deja a los jóvenes vulnerables a sus efectos negativos.
Para Leonel, la capacitación en comunicación es esencial. La formación en una comunicación productiva y consciente podría permitir a los jóvenes de Bojayá construir un futuro de paz y prosperidad. Su visión incluye la creación de programas que fomenten el desarrollo de habilidades comunicativas y promuevan una cultura del diálogo y la colaboración.
Sin embargo, el camino hacia una comunicación transformadora presenta obstáculos. La percepción de los jóvenes sobre la representación y visibilización de su comunidad en los medios de comunicación es ambivalente. Aunque reconocen la importancia de compartir su realidad y su identidad cultural, también son conscientes de cómo la tecnología puede afectar negativamente los lazos familiares y comunitarios.
Frente a estos desafíos, Leonel insta a la reflexión y la acción. Invita a los jóvenes a asumir su papel como arquitectos del futuro de Colombia, optando por una comunicación que promueva la paz y la unidad. Su mensaje es claro: la juventud es la clave para construir un país en el que la guerra sea solo un recuerdo doloroso del pasado.
El legado de esperanza de Leonel trasciende las fronteras de Bojayá. Su compromiso con la paz y la reconciliación inspira a toda Colombia. A través de su incansable trabajo y su ejemplo de resiliencia, demuestra que, incluso en los momentos más oscuros, la comunicación puede ser un faro de esperanza que guíe el camino hacia un futuro mejor.