A orillas del pacifico colombiano, donde el mar y los ríos cantan, el viento susurra historias sobre almas y poderes ancestrales y la vegetación decora el paisaje, se encuentra el resguardo indígena Wounaan, una comunidad étnica con una emocionante historia de resiliencia en la que han surgido líderes como Irvin Cárdenas Mepaquito, un personaje que está construyendo educación propia desde su amplia experiencia como maestro y ahora como rector de la Institución Educativa Wounaan David Gregorio.
Irvin, relata que en el año 1975 se creó la primera escuela en la comunidad. En esa época la diócesis de Istmina implementó una educación tradicional enmarcada en el catolicismo, que no tenía en cuenta lo propio, los conocimientos y los saberes ancestrales.
No obstante, desde su formación como docente Irvin, soñó con la idea de entrelazar sus conocimientos ancestrales con lo adquirido en la academia, desde entonces inicio una lucha por construir un modelo de educación que preservara el linaje de sabiduría y pervivencia del pueblo Wounaan.
El camino para construir ese sueño de educar desde el respeto por las creencias, costumbres y tradiciones ha sido complejo. Desde 1978 hasta 2012 se mantuvo un currículo en la escuela que iba en contra de lo que los muchos deseaban para su comunidad. Fue hasta 2013 cuando comenzó a concretarse la idea de rescatar y promover la educación propia en la primaria y posteriormente en la secundaria, con la intención de que niños y jóvenes conocieran su historia y se apropiaran del conocimiento ancestral, sobre todo de su lengua cono su arma mas poderosa. “La oralidad es la fuerza más grande,es una comunicación que hacemos con los seres que nos rodean. Estamos conectados con la naturaleza, con el río, con la pesca, con la agricultura, el sembrar”, comparte cárdenas.
Desde el 2016, Cárdenas esta vez como rector ha enfrentado desafíos y limitaciones que implica la introducción de las dinámicas de los centros urbanizados o de occidente como le llama, el intercambio intercultural cuando amenaza la cosmovisión, la incertidumbre y temor de algunos padres y madres con relación a las estrategias de aprendizaje de la institución que recaban todas esas prácticas ancestrales que emana esa conexión inestimable con la naturaleza, al representar según ellos un retroceso en el proceso de adquirir nuevo conocimiento.
Sin embargo, este proyecto que Irvin lidera, permite interconectar esas vivencias y practicas diarias en aulas de clases como espacios de intercambio de saberes. “El aula es uno de los espacios, porque el espacio es el territorio”, ratifica, porque para él, el encuentro con el medio es más significativo. Es un pilar que facilita el proceso de enseñanza y aprendizaje, agudiza el sentido de pertenencia, el amor por sus raíces, por lo propio, por su esencia.
De hecho, actualmente la educación propia se ha convertido en un faro que guía a las nuevas generaciones indígenas, cimentando raíces para un futuro lleno de esperanza en el camino de preservar la identidad cultural y como una herramienta que genera impactos positivos no solo en la vida de los niños y jóvenes, sino tambien en la de este educador que transmite con cada palabra sentido de pertenencia y respeto por su cultura.
El ideal de este líder, es lograr que los niños y jóvenes comprendan que conocer su historia, sus saberes y valores ancestrales trasciende hacia nuevos horizontes y los lleva a tener una mejor calidad de vida, lo que desde la perspectiva Wounaan se traduce en tener en su territorio todo lo que necesitan para satisfacer sus necesidades, el mar, el rio, sus cultivos, el poder obtener sus alimentos a través del uso de sus artes tradicionales, poder sentir su música, danzar, hacer sus tributos, sus rituales, hacer sus artesanías, comunicarse con los seres vivos, vivir su cultura.
Para Irvin este viaje con matices de colores vibrantes y grises ha sido un proyecto de vida y una deuda con su padre, quien ronda los cien años y que conserva una sabiduría inmensa, en palabras de Irvin poderes para comunicarse con los seres terrenales y los espirituales. Dice tener un pendiente porque siente que el haber ido a la academia fue irse en contra de su cosmovisión. Sin desestimar que ese intercambio de conocimientos le preparó para una gran misión que se refleja en el amor y emoción de los niños cuando hablan orgullosamente su lengua, lo que se convierte en un motor para seguir trabajando incansablemente hasta lograr una educación universitaria con enfoque étnico en su comunidad.